viernes, 31 de julio de 2020

Hace tiempo que no escribo en serio, con cierta secuencia o lapsus, con palabras rítmicas al alero de un entrecejo. Es divertido, basta que comience a leer algo a tono, como las narraciones de Alice Munro, que no me matan ni me apasionan, pero que extrañamente no puedo evitar seguir leyendo, pues posee esa sutileza de cambiar tan rápido de enfoques,  personajes o atmósferas, que parece un truco digno de experimentar.

 Tengo la impresión de que rumiar las palabras, podría salvarme de complicaciones mayores, a la hora de plantarse ante las circunstancias. Toda medida es válida, cuando se busca sobrevivir a uno mismo, como un mal pesar, atino a pacificar las disrupciones oscilantes. Quisiera describir con cierto aplomo una historia bien contada, pero nada, solo círculos en el agua. Hasta cuando las necesidades parecen primordiales, el desenfreno y la quietud son un mismo caos, alternar lo uno o lo otro, es cuento añejo. Busco departamento debo vivir sola, que el estudio sea mi solaz, un gato, una ventana con luz y la luna arremolinando placeres sórdidos, sin culpas ni ecos.

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